En mi clase de inglés hay una señora filipina con más bigote que yo. Por si fuera poco, me recuerda a un pez gato.
Ni la idea que se hace uno de sí mismo escapa a la erosión del tiempo.
Una carta llegó hoy de Pret (ver post anterior) para decir que gracias, pero no gracias.
Necesito urgentemente el bigote del entendimiento de bob (ver imagen).
Etiquetas: confesiones, Londres
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